Comenzó
a sudar exorbitantemente, sus parpados pestañearon mas de tres
veces, tratando de asimilar lo que estaba observando. Corrió los 20
metros de distancia y toco su hombro, cuando ella se dio media vuelta
algo no encajaba. Sus ojos, su boca, hasta su nariz no era la misma.
Alivio salio de su cuerpo en forma de suspiro ahogado. Se disculpo y
se alejo cuanto pudo, para evitar que la chica se asuste.
Su
temor había demostrado lo que sentía, se había convertido en una
criatura inhumana que solo pensaba en si mismo, siendo capaz de
destruir a cualquier ser que se le cruce, con tal de saciar su placer
infinito. Pero por alguna extraña razón no se sentía mal, no se
avergonzaba de si mismo. Sino que al reves, lo disfrutaba y la vida
para el era un pasaje de ida sin vuelta atrás. Por lo tanto: -Lo
siento por ellos, pero vivo por y para mi.
Dijo
en un murmullo.
Miro
un segundo mas a esa impostora e imaginaba como debería estar Alicia
en su tumba, apretada en un cajón negro recubierto por dentro con
tela roja barata, siendo alimento para esos gusanos atrevidos que se
cuelan para vivir. Viendo como su bello cuerpo se descomponía, y los
restos de su hermosa carne se filtran para ser abono de los hermosos
abetos del cementerio.
“Oh!
si, es un ciclo hermoso, de alguna u otra forma terminamos de
alimento para algo mas y ella si que alimento a varios” pensó con
una sonrisa macabra dibujada en su desquiciada cara.
Se
sentó en el viejo banco donde se encontraba con su novia de la
secundaria hacia unos años, aquella joven que termino de inundar su
locura.
Esa
muchacha era hermosa, era morocha, de ojos negros, muy oscuros, era
tan bien proporcionada que cada vez que la miraba, la deseaba. Lo
mejor de todo, es que no solo era linda, era ademas muy inteligente,
era un diamante en bruto.
Ella
vivía a dos calles de su casa y a cuatro de la plaza de armas, su
padre era un empresario de la rama gastronómica y su madre una
elegante ama de casa, con un carácter sumamente fuerte.
Ah!
La hermosa Camille, un ejemplo perfecto de mujer. Era tan directa y
discreta, que no temía bajo ningún concepto, decir lo que pensaba
con respeto. Tomaba las decisiones con liderazgo y valentía. Cuando
era adolescente, tuvo que dejar en adopción a su cobaya Clara, y sin
llorar ni rechistar, se la cedió a un conocido de la familia.
Luego
de 5 años de noviazgo juntos, sufriendo vivencias buenas y malas,
Camille se alejo. Se marcho diciendo que el estaba raro, que no era
el mismo chico de antes. Pues era verdad, en el invierno del cuarto
año, el había disfrutado su primer banquete decente. Durante un
mes, su almuerzo, desayuno y cena, había sido el cuerpo de un
mendigo del barrio, el viejo Fernando. Un mendigo que vivía bajo las
escaleras de los vecinos de junto. El pobre hombre estaba cada vez
peor, hasta que un día cuando se marchaba al trabajo detestable que
tenia en la multinacional de comida rápida, lo vio. Acostado y
tapado con todo lo que podía para defenderse de ese terrible frío.
Al ser las seis de la mañana, nadie estaba cerca, todos dormían
plácidamente. Así que antes de marcharse a ganarse su jornal, se
acerco a Fernando.
A
cada paso que daba lo tenia mas cerca y podía sentir su olor, un
olor a suciedad desagradable tal vez en otro animales; pero en un
humano, no era tan terrible. Cuando llego a la escalera se agacho
flexionando las rodillas acompañado de un gemido de esfuerzo. Ya no
veía al mendigo como alguien, sino algo. Tendió su mano para poder
tocarlo, sentirlo. Y si, estaba frío; había muerto.
Ese
día no fue a trabajar, empeño todo su día en mover el cadáver sin
ser visto y en lavarlo cuidadosamente, con su esponja azul. Realmente
no se bañaba en días, el agua era negra y llena de pelos. Pero
detrás de esa imagen desagradable y callejera, había realmente un
hombre muy atractivo. Era tan deseable y estaba tan desesperado que
no evito besar y tocar todo su cuerpo mojado que reposaba en su
regazo.
Ese
si había sido un momento muy placentero, el mejor de todos tal vez,
pero ya había pasado hace tiempo y desde aquel día no fue el mismo
de siempre. Y fue por ese motivo que la joven Camille lo abandono; se
canso de que en las noches el la olfateara y le pasara la lengua en
todo momento. El día que exploto fue el peor, ella había ido a la
casa de el para cenar, y mientras rebanaba las papas para llevarlas
al horno, se corto con el cuchillo de cocina y comenzó a sangrar
deliberadamente. Entre gemidos silenciosos y ahogados de dolor y
soplidos esperanzados en la herida, en el marco de la puerta
instantáneamente estaba el. Se acerco sin palabras y con violencia
tomo su mano y se llevo el dedo herido a la boca y comenzó a
succionar la sangre con gestos de placer. Camille entro en pánico y
con la otra mano lo abofeteo, hasta que pudo liberarse y se marcho
corriendo entre llantos.
El
la espero, ella jamas volvió.
Sentado en el
banco el cree que a veces puede estar enfermo, pero no se convence,
el siente que los demás merecen desaparecer. Ellos jamas
comprenderán, lo que el siente. Por eso esta solo, y lo disfruta; si
esta en compañía solo espera que sea un muerto.
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